Al analizar en clase detalladamente el libro de “La pedagogía contra Frankenstein”, hemos querido realizar una lluvia de ideas sobre nuestras opiniones respecto a este tema.
Destacando en primer lugar “al niño como una “cera blanda” en la que el educador sólo ha de imprimir una huella: “enseñar” como sinónimo a “poner un sello” ” incita a la reflexión sobre si esta concepción de educación es la que se encuentra patente hoy en día.
Viendo desde una perspectiva general la oración planteada, en mi opinión, creo que de alguna manera en nuestra sociedad sí que hay, generalizando un poco, una visión errónea de lo que la educación supone. He aquí el niño como objeto de fabricación.
En el texto subrayo lo siguiente: “idea de que el alumno no sea más que una placa fotográfica dónde con una buena exposición, elaborarla por medio de un trabajo personal bien llevado, y por último, contemplarla, para comprobar si es de calidad, el día del ejercicio o del examen”. Tras leer la oración, he recordado como durante mi transcurso en la enseñanza primaria, obligatoria y bachillerato, la idea que nos transmiten de enseñanza es exactamente la descrita, es decir, somos seres que nos transmiten unas ideas y solo seremos útiles en esta vida si tras una serie de exámenes y pruebas conseguimos aprobarlas. En un principio he creído que tal vez esta idea -errónea, porque los exámenes no determinan la valía de la persona- ha sido originada durante años por parte de los alumnos (“no conseguirás nada en esta vida si no eres el mejor”). Pero he caído en la cuenta, que tal vez no haya sido sólo una concepción de los propios alumnos, sino también por parte de los educadores que son los que al fin y al cabo, llevan a cabo estos métodos.
Ante esto, contrapongo la idea de “enseñanza como sello” con la experiencia de la maestra que animando a sus alumnos con énfasis y haciéndoles ver de un modo ameno la realización de un trabajo a través de la búsqueda de ellos mismos la información, con un resultado increíble del empeño que éstos llevaron a cabo, me hace reflexionar sobre la equívoca idea de “niños y sellos”, pues las experiencias demuestran como los niños sin que el educador les presione, solo con ofrecerles las pautas y herramientas pueden llegar al objetivo marcado. ---Creo que la sociedad necesita una nueva visión sobre qué es realmente la educación.---
Hablo pues del “hacerlo todo sin hacer nada”(Rousseau) del “ejercer la autoridad de educador sin actuar directamente sobre la voluntad del niño”.
Sumando a todo lo primero expuesto, añado la oración siguiente: “en la escuela el objetivo del alumno no es únicamente el gusto de llegar al fin de la tarea, sacar buena nota o ser felicitado, en la escuela todo eso se hace para “crecer” para construirse y estabilizar nuevos saberes y saber-hacer.” Y ante esto opino que claro, ese es el ideal mejor nombrado, pero que a la hora de la verdad difícilmente haces entender a unos niños que no todo está en aprobar y que si no apruebas no pasa nada, que lo importante es que crece y se construye; eso sí, aunque te hayas esforzado y se de tu esfuerzo, te suspendo porque no vales para esto. Es decir, es contradictorio que le digas a un alumno que el fin de ir a la escuela no es solo aprobar, cuando actualmente vivimos en una sociedad donde cada vez se hacen más y más restricciones sobre la libertad del alumno, donde se catalogan entre “mejores notas” y “ peores notas”.
Más adelante se argumenta: “El alumno finge interés por la cultura escolar de la que espera beneficios materiales, en términos de tranquilidad y diplomas.” Y comparto mi opinión con esta frase.
Se ha ido llevando a cabo una imagen de la enseñanza como una obligación que hay que llevar a cabo pero no se sabe muy bien por qué ,para no ser un don nadie tal vez y conseguir éxito en esta vida, y no como una obligación necesaria y vital para crecer intelectualmente y desarrollarse como personas en diversos ámbitos.
Avanzando en el libro, destaco lo siguiente: “El papel de la escuela no consiste en abolir el “caos de la vida” y sustituirlo por un “cosmos de la cultura escolar”, que a su vez, sea abolido cuando se vuelva a “la vida” ” Pero la pregunta es ¿a que tenemos más presión: a la vida en sí misma o a la vida que se lleva a cabo dentro de la escuela? Esta claro que la escuela no debe separar la cotidianidad y las tareas de la vida una vez los alumnos entren a las clases, pero creo que esto realmente se consigue cuando los alumnos llegan a unas enseñanzas superiores, como por ejemplo a final de la ESO y su respectiva continuidad. De aquí hacia abajo la relación entre la vida real y lo que está sucediendo en ese momento con lo que se da en las clases, es un poco escasa. Quiero decir que las enseñanzas que se dan no todos los educadores lo relacionan con situaciones reales, simplemente “vomitan la información” y finalizado.
Y tampoco hay maestros que vean que “no hay dos alumnos que aprendan del mismo modo” y ante la idea de que haya alumnos que no se mantengan a la expectativa creada del profesor, que observe este que por más que se lo explique no lo entienda el alumno, se desisten y directamente dan como perdido ese alumno. Y esto es un grave error que está presente. “Hay que resistirse a la tentación de erradicar la resistencia. Porque la resistencia es un signo. Un signo de que ahí hay alguien.” Pero luego es gracioso lo siguiente: “se quiere que el otro se nos escape y se quiere que vuelva y sea más nuestro”.
He aquí otra vez la diferencia entre fabricación de un objeto y la formación de una persona. Somos personas no objetos. No somos unos objetos donde se sellan unas ideas y las llevamos a la perfección. Somos personas que gracias al proceso de enseñanza adoptamos ideas y valores, cada persona de diferente manera, de diferentes perspectivas, con sus cualidades y sus defectos; pero nunca perfectos.
Otra vez, argumento que deberían los profesionales de la educación dejar de lado el “darwinismo educativo”, es decir, el “sólo hay un método, un único medio de acceso al saber, “solo los menores adaptados sobreviven” y tienen éxito” y pensar un poco más en el alumnado y de las diferentes alternativas de ofrecer y explicar la información, pues ese “darwinismo educativo” desprende un egoísmo tremendo y una total restricción al niño, tanto como alumno, como persona.
Ahora bien, hay que saber que se aprende y sobre todo el profesorado debería de racionalizar la educación que transmite de una manera que el educando seleccione la información a su medida, aprendiendo de una manera satisfactoria. Pero hoy en día se hace presente “la pedagogía del camello”, es decir, “en la acumulación de saberes sin ocuparse de su empleo, dando por supuesto que seguro que servirán algún día para algo”. Este es el error que manifestamos la sociedad, el pensar que todo lo que aprendemos en los centros educativos no nos sirven para nada; estar constantemente recibiendo información a desgana , sin saber exactamente durante mucho tiempo para qué.
Esta es la idea que hay que modificar. Todo lo que aprendemos y toda la información que recibimos sí sirven para algo... y es para el desarrollo de nuestro ser, para enriquecerse en todas las dimensiones de la personalidad y crecer “como un verdadero ser cultural”.